miércoles, 18 de mayo de 2011

Skateboards en lugar de bombas

¿Quién iba a decir que una tabla de skateboard iba a cambiar el mundo? Oliver “Ollie” Perkovich y Sharna Nolan llegaron desde Australia a Kabul como trabajadores humanitarios y acabaron revolucionando Afganistán, gracias al monopatín.
Encontraron una fuente abandonada donde practicar su deporte favorito, y acabaron fundando una escuela. El alemán Kai Sehr, director de videos musicales en Hollywood, capturó todo el proceso en un emotivo documental de título “Skateistán”, el nombre del colegio, que se estrenó en el festival de cine de Santa Bárbara. La cinta de 90 minutos acaba de ser nominada al premio del mejor documental por la organización Cine por la Paz. (Actualización: El 14 de febrero, Skateistán ganó el premio Cine por la Paz 2011 al mejor documental).
Cuando Ollie y Sharna se pusieron a limpiar las hojas y la tierra de la fuente cóncava, docenas de niños empezaron a rodearlos. Pronto la pareja estaba enseñando a los niños a patinar.
Después de varios viajes a la fuente con sólo dos tablas, Sharna y Ollie deciden crear escuela. Convencen a varios fabricantes para que donen skateboards y zapatillas y entrenan a los más mayores para enseñar a los más pequeños.
Es emocionante ver a criaturas de tres y cuatro años subirse a una tabla por vez primera, en sandalias, y ser testigos de su felicidad cuando consiguen montar sin ayuda. Pero la misión de estos australianos va más allá del deporte. Como dice Sharna, “el skate sirve de gancho para que niños de las distintas etnias (Pashtun, Tajik, Hazara y Uzbek) jueguen juntos”.
El cincuenta por ciento de la población afgana tiene menos de quince años, y muchos de ellos son huérfanos, tras treinta años de guerras. Una gran parte de la población no puede permitirse ir al colegio, porque tiene que trabajar para apoyar a la familia.
Sharna y Ollie quieren montar el colegio de sus sueños, donde los niños puedan estudiar y montar en skateboard, pero no puede ser al aire libre, para que las niñas puedan seguir montando cuando lleguen a la adolescencia. En Afganistán está prohibido que las mujeres practiquen deporte en público. En el proceso Ollie crea algunos enemigos, que en un momento del documental llenan la fuente de agua para ahuyentar a los skaters.
Pero Ollie también hace migas con el General Mohammad Aghbar, presidente del Comité Olímpico Afgano, que queda encantado con la idea y empuja a Ollie a crear un parque de skate más grande de lo que el había soñado. El general también hace que vacíen la fuente para que los niños puedan seguir practicando mientras se termina de montar la escuela.
Ollie consigue ayuda económica de los gobiernos de Alemania, Canadá, Dinamarca y Noruega, a través de sus embajadas en Kabul, y logra que el constructor Sargon Heinrich le edifique un hangar, a precio reducido, y que Andreas Schuetzenberger, “el mejor constructor europeo de rampas de skateboard” viaje a Kabul para montar un parque de skate de ensueño, con la ayuda de los mismos jóvenes.
Estos niños que hoy juegan juntos tienen la oportunidad de estrechar lazos entre etnias hoy y a lo largo de los años, para crear la paz tan esperada y tan querida por la mayoría de los afganos.
Aún así, Skateistán se ha topado con núcleos de resistencia, que no creen que sea bueno que los niños y las niñas jueguen juntos, o de familiares que temen por la pérdida de ingresos ahora que los niños patinan y estudian en lugar de mendigar o lavar coches.
Ollie y Sharna intentan dar trabajo a algunos de estos jóvenes dentro de la misma escuela, para apoyar a las familias. El documental se centra en la historia de tres jóvenes: Wais, un chico de 16 años que inhala pegamento y es líder de una pandilla; Fazila, una chica de 12 años, desplazada a Kabul por la guerra en la provincia; y Mujtaba, un niño de 14 años que lava coches para apoyar a su madre viuda y sus ocho hermanos. Los tres acaban trabajando como instructores en Skateistán, con la condición de estudiar.
En "Skateistán" podemos ver también a tres skaters profesionales, que viajan a Kabul para enseñar e inspirar a esta nueva generación de deportistas: el taiwanés/egipcio Cairo Foster, la argelina/danesa Louisa Menk, y el estadounidense Kenny Reed.
Gracias a Sharna y Ollie, las mujeres afganas pueden ahora practicar un deporte en público. Ningún otro deporte tiene esa distinción dentro del país.
¿Por qué nos gastamos tanto dinero en bombas? Mientras veía el documental no hacía más que pensar en el número de zapatillas y de tablas de skate que se podrían comprar por el precio de un mísero misil.En lugar de lanzar bombas deberíamos lanzar zapatillas y tablas de skateboard, y veríamos cambiar el mundo.

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